La condición de vida sobre el trastorno con espectro autista es un proceso patológico que es caracterizado por alteración de la interacción social, de la comunicación tanto verbal como no verbal y el tipo de comportamiento particular y repetitivo.
Este trastorno tiene un umbral neurobiológico que perturba a la configuración del sistema nervioso y al funcionamiento cerebral, por tanto, existen varios síntomas los cuales caracterizan este gran abanico del espectro, como son los conflictos de comunicación, así como la resistencia del pensamiento para cambiar lo que ellos desean y realizan, esto hace que las personas que padecen este trastorno necesiten una rutina muy marcada en su día a día.
En edades tempranas de los y las niñas, sus padres generalmente notan signos en los dos primeros años de vida de su hijo. Estos habitualmente se amplían gradualmente, algunos niños con este espectro autista llegan a desarrollar su regularidad de acuerdo a su edad cronológica es decir realizan todo lo que las características de su edad cronológica incluyendo el área del lenguaje y en el transcurso del tiempo inician el retroceso de esas habilidades ganadas.

La causa de este trastorno encierra tanto factores ambientales (contaminación, alimentación, etc.) como susceptibilidad genética.
Para poder diagnosticar se requieren que los síntomas se hagan evidentes en la primera infancia, regularmente antes de los tres años. El autismo perturba el proceso de información en el cerebro alterando cómo las células nerviosas y sus sinapsis se organizan.
El espectro autista (TEA); como lo dice su nombre tiene otros espectros que hace un abanico y son parecidos, si no se tiene el conocimiento se puede confundir con otros trastornos, por ejemplo, el síndrome de Asperger, que afecta el desarrollo cognitivo y del lenguaje, y el trastorno generalizado del desarrollo no especificado (TGD-NE), que se diagnostica cuando no se cumplen la totalidad de los criterios para el autismo o el Síndrome de Asperger.
Las intervenciones tempranas de conducta, cognición y habla pueden ayudar a los niños en condición de vida con espectro autismo a ganar habilidades de autocuidado, sociales y comunicativas.
A finales de los años 90, en el laboratorio de la Universidad de California en San Diego se investigó sobre la posible conexión entre autismo y neuronas espejos, un tipo y recién descubierta de neuronas espejo.
La colaboración de esas neuronas en características como la empatía y la percepción de las intenciones ajenas sustenta una hipótesis de que algunos síntomas del autismo obedezcan a una disfunción del sistema neuronal especular.
Las neuronas espejo hacen funciones similares y que en el autismo son nulas, esto explica la carencia de facultades sociales. Los demás signos distintivos de la ausencia de empatía, lenguaje e imitación deficiente, su incapacidad para captar las intenciones de los demás, entre otros, coinciden con los que cabría esperar en caso de disfunción de las neuronas espejo.

Las disfunciones de las neuronas espejo en la ínsula y la corteza cingulada anterior podrían responsabilizarse de síntomas afines, como ausencia de empatía, los déficits en el giro angular darían origen a dificultades en el lenguaje. Los autistas presentan también alteraciones estructurales en el cerebelo y el tronco cerebral.
Existe el debate en la sociedad científica sobre el vínculo intestino-cerebro. Existen estudios que apuntan una correlación entre la sensibilidad al gluten y trastornos neuropsiquiátricos, entre los que figura el autismo.
La exploración sobre la consecuencia de la dieta y la alimentación en el autismo se ha aumentado en las últimas décadas, en especial en los síntomas de hiperactividad y atención. Se ha planteado la idea que algunos síntomas de los trastornos del espectro autista pueden ser causados desde la descomposición incompleta de los alimentos que contienen gluten y caseína, que atraviesan la membrana intestinal debido a un aumento de la permeabilidad intestinal, pasan al torrente sanguíneo y esto se cree que conduce a los comportamientos observados en el autismo y que la eliminación de estas sustancias de la dieta podría determinar un cambio en los comportamientos autistas.
La eficacia de la dieta sin gluten y sin caseína en la mejora de la conducta autista aún no está definitivamente demostrada y son necesarios nuevos estudios a gran escala, aleatorizados y de buena calidad. Los estudios realizados hasta la fecha indican que sólo una parte de niños diagnosticados con trastornos del espectro autista se beneficia de la eliminación del gluten de la dieta. En general, según las observaciones de los padres, la dieta produce una mayor mejora de los comportamientos autistas, los síntomas fisiológicos y las habilidades sociales en los niños con síntomas gastrointestinales, diagnósticos de alergia alimentaria o sospecha de sensibilidad alimentaria; y en aquellos en los que la supresión del gluten y la caseína es estricta, con errores poco frecuentes tanto bajo la supervisión paterna como en el resto de situaciones.
La teoría de la mente define la incapacidad que presentan las personas con autismo para tener en cuenta el estado mental de los otros. La respuesta errónea del niño con autismo se produce porque sólo se basa en lo que ha visto y no puede imaginar lo que el otro está pensando. Esta teoría explica la tríada de alteraciones sociales, de comunicación y de imaginación.
Se tiene que tomar en cuenta que una característica de las personas con TEA es la dificultad que tienen de predecir los cambios que ocurren en el medio social; muchas veces tienen conductas extrañas debido a sus dificultades para comprender el mundo externo.
Las personas en condición de vida del espectro autista ofrecen atención a los detalles, pero no suplen la información de una serie de fuentes.
Las sin

tomatologías que se observan en condición de vida con el espectro son, la falta de interacción social (muestran dificultad para relacionarse con otros niños de la misma edad, poco o nulo contacto visual, evitan el contacto físico, no responden al ser llamados por su nombre, no tienen lenguaje y si lo tienen presenta alteraciones), las estereotipias (movimientos repetitivos), poca tolerancia a la frustración, risas o llantos sin motivo aparente, presentan hiperactividad o son muy pasivos, no hay juego simbólico, carecen de juego creativo. La mayoría de estos síntomas pueden aparecer al año y medio de edad, comenzando con retrocesos en el desarrollo del niño.
Una peculiaridad que se muestra usualmente, pero no es necesaria para tomarse en cuenta en un diagnóstico, es la de déficits sensoriales. Por ejemplo, a una persona autista puede molestarle un ruido que para una persona no autista pasa inadvertido. En algunos casos la molestia puede ser extrema, hasta el punto de llevar a actuaciones violentas. Un autista puede tener una gran tolerancia al dolor. Algunos aseguran que no se percatan del hambre o de otras necesidades biológicas.
En algunos casos puede haber un comportamiento agresivo consigo mismo, por ejemplo, el de golpearse la cabeza contra una pared, golpearse partes de su cuerpo. Otros comportamientos típicos son los de dar vueltas constantemente y aletear con las manos, también poseen lenguaje nulo, limitado o lo tenía y dejó de hablar, repiten lo mismo que oyen (frases o palabras). En algunas ocasiones parece sordo, tienen una gran obsesión por los objetos, por ejemplo, les atrae el mantener objetos en las manos sin saber para qué o como utilizarlos ,no poseen interés por juguetes, evitan el contacto físico o contacto visual, caminan en puntitas, se aíslan, aleteo en las manos, son hiperactivos, no responde cuando se les llama, son hipersensibles a los sonidos, se enfadan mucho y tienen rabietas sin razón alguna, giran o se mecen, no pueden estar quietos en un solo lugar.
La creencia común de que los autistas no tienen sentimientos no tiene una base real. De hecho, los autistas parecen ser bastante sensibles en muchos sentidos. Lo que a ellos se les dificulta es como expresar ese sentimiento hacia los demás.
El DSM-5 cambió la manera de codificar el trastorno, pasando a integrarse dentro del denominado Trastorno del espectro autista junto a otros síndromes que anteriormente se consideraban como entidades diagnósticas independientes, como el Síndrome de Asperger.
El autismo infantil y el retraso mental llegan a estar relacionados y, de hecho, se ha considerado que aproximadamente tres cuartas partes de niños autistas funcionan como adultos con retraso mental. Los menores que padecen retraso mental suelen exhibir un retraso en el desarrollo lingüístico, pero siguen las mismas etapas del niño normal.
No existe por ahora un tratamiento que cure el autismo. La idea de que puede curarse se basa en la premisa del autismo como enfermedad. Tratamientos tales como ABA, basados en terapias conductistas tienen aceptación en ciertos círculos, ya que algunos niños con autismo de alto funcionamiento, al ser sometidos a estos tratamientos mejoran en su rendimiento.
Los niños con autismo se pueden integrar a escuelas regulares, siempre y cuando cuenten con los apoyos que requieren para aprender y desarrollarse en la escuela. Cada niño es único con sus fortalezas, gustos y retos. Es decir que tampoco los niños con autismo son iguales entre sí, por lo que en la escuela se debe crear un equipo de trabajo junto con la familia y si es necesario especialistas externos. Este equipo se confía de precisar los objetivos para el alumno, también la base en que van a trabajar con él. Es muy importante tomar en cuenta las fortalezas del niño al diseñar su programa.
La educación es el vehículo para el tratamiento de las personas con autismo. Es necesario crear programas educativos adaptados a las necesidades individuales de cada persona con autismo.
Psicólogo Edgar Olea
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